El texto que sigue fue escrito por el señor Cayetano B. Daneri en Abril de 1925, con motivo del Cincuentenario de la fundación del pueblo de Bustinza. Esta historia, volvió a reimprimirse el 2 de Octubre de 1961, en la Imprenta del señor Rodolfo E. Pin, con el beneplácito del autor, que utilizó esta oportunidad para agregar al final una referencia al fugaz paso por la localidad de Bustinza de Alfonsina Storni, que adquirió notoriedad luego de la publicación del primer opúsculo de su historia.
En este mes de abril de 1925, cúmplese el Cincuentenario de la bendición de la Iglesia de este pueblo de Bustinza, llamado en aquel entonces, San Francisco de las Totoras.

La Comisión de Damas Pro-Templo se apresta a rememorar dignamente aquel acontecimiento, por cuyo motivo, obedeciendo a un pedido suyo, evocaré en páginas breves, con la fidelidad posible, los más destacados sucesos locales que jalonan la media centuria.

Noble placer es encerrar en el ánfora del libro el vino añejo de los recuerdos, y no atenúa el placer susodicho, la circunstancia de que aquel nos sea alcanzado por manos próvidas que lo recogieron en fecundas jornadas, para que lo escanciemos, en vaso nuevo, a quienes han el ansia suprema de gustarlo.

Afronto la tarea de envasar el licor que se me depara, para ofrecerlo, después de agregarle tal cual aditamento espirituoso, a las personas de mi terruño.

Feliz me consideraré si, al ver la luz pública estas modestas líneas, obtengo, para ellas, la aprobación de la Comisión que me honrara con su encargo, y de aquellas personas que, habiendo vivido todo, o en parte más o menos larga, el ciclo que se conmemora, pueden cohonestar, con la autoridad de su testimonio, la verdad de estos relatos, extraídos, ex profeso, de fuente insospechable. Arriba

I
La Posta.
Con este título, empezaré ordenando el plan de mi trabajo, de acuerdo a los elementos veraces que mi madre, testigo presencial de la creación y desarrollo de este pueblo en su medio siglo de existencia, me proporciona con palabra henchida de sugestiones.

Hacia 1873, el largo camino trazado por la diligencia que, poco antes comunicara a la ciudad del Rosario con la de Jujuy, pasando por Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán y Salta, veíase, a trechos, esfumado por la gramilla y la maleza que recrecían, desde que la mensajería, cediendo dominio al F.C.C.A., había abandonado gran parte de su ruta, y refugiándose en regiones más propicias a su existencia.

Al oeste de Rosario, y a distancia de doce leguas, levantábase la primera posta, primera etapa del no muy cómodo viaje a través de la República. Casa rústica de cuatro piezas y amplio corredor, de paredes de adobes, techos de tejas, con cielos rasos de madera y pisos de fuertes ladrillos, que son los últimos vestigios de aquélla, surgen bajo la mirada piadosa de quienes quisieran resucitar, en su imaginación, al caserón valiente y glorioso.

Hace un cuarto de siglo, visitábamos estos lugares históricos, cuando, en correrías infantiles, detrás de las aves huidoras, llegábamos a él, para empinarnos sobre sus ruinas y tender la vista y el oído sobre el pajonal amarillento y reseco.

Aquella casa, que fue avanzado de civilización, fortaleza, hotel y escuela, prendía sus cimientos en campo del noble anciano Don Domingo Mendoza. La fracción de terreno que aún alberga sus restos es hoy propiedad del Sr. Tomás Maero.

Fué, durante mucho tiempo, empresario de las mensajerías mencionadas, el señor Timoteo Gordillo. En 1861, el Gobierno de la Nación designó Maestro de la Posta de las Totoras, a Don José Nicasio Lescano. Un año después fallecía éste, sucediéndole en el cargo su hijo Cayetano. Arriba

II
Aldea en embrión.

A más de diez cuadras de aquel caserón, hácia el naciente, y a una y más del extinto camino, hácia el Sud, existían las siguientes viviendas; de Don Francisco Santana, Don Eliseo Giménez, Don Julián Abrego, Don Felipe Quintana, Don Ramón Gómez, Don Pablo Machado y Don Enrique Morón. Al Nord de ésta y a, cuatro cuadras de la misma, se alzaban la de los Señores Nicolás y Felipe Santana. Eran casi todas de humilde apariencia, y la de mejor aspecto, la del Sr. Giménez.
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III
El Molino de los Ángeles.

Era una tahona, que llevaba el bonito nombre del epígrafe que antecede, para recordar, con constante insistencia los de sus dueños: Angel Benvenutto y Ángela Daneri de Benvenutto, su esposa. En esta casa de sólidas paredes y techo de rojizas tejas, además de harina y sus derivados, había negocio de ramos generales. Hace algunos años, y después de muchos de inactividad, sus discos pétreos yacían diseminados en el patio enorme. Esta propiedad, muy refaccionada y adherida a un hermoso lote de campo, pertenece, desde hace más de veinte años, al Señor Ramón Leguizamón. Arriba

IV
Otra casa de negocio.

Fue la del Señor Cayetano Lescano, una casa que, después de abolidas las mensajerías, se levantó entre la Posta y el Molino de los Ángeles, para establecer en ella, por cuenta de su dueño, un negocio de almacén, billas y acopio de frutos del país. Arriba

V
La Azotea.

Como la casa que fundaron los esposos Benvenutto, es otro testigo de la evolución que aquí se estudia, y que ha pasado, impertérrita, su medio siglo de existencia. Esta propiedad, de paredes de ladrillos y azotea, debió su nombre a esta última circunstancia.

Perteneció a Doña Cayetana C. Vda. de Santillán, que la poseyó hasta su muerte. Era una pieza con altillo, en cuya parte superior tenía tres ventanas con vista hacia el Este, Norte y Ocaso, respectivamente. Más tarde, experimentó refacciones y adiciones que cambiaron ligeramente su primitivo aspecto. Allí vivió sus postrimerías, que terminaron con el siglo XIX, la madre de dicha señora, Doña Simona, cuya persona encarnó el caso más estupendo de longevidad que se haya ofrecido a los ojos de esta población. Asegúrase que la longeva vivió hasta ciento veinte años.

La casa a que me he referido, pertenece, en la actualidad, a la señora Fausta S. Vda. de Bosco, hija de la primera propietaria. Arriba

VI
Primera visita del Obispo de Paraná.

Como se sabe, el clero de Santa Fe dependió hasta 1898, del Obispado del Paraná. En 1872 Monseñor José María Gelabert, titular de este episcopado, en misión de su altísimo cargo, se trasladó a la estacia de Don Pedro Correa; perteneciente hoy a Don Carlos Fidel Paz, permaneciendo en ella por espacio de 20 días, más o menos. Allí, ante la afluencia de fieles, celebró misas, bautismos, confirmaciones y casamientos. El éxito de la misión sugirió al ilustre prelado el proyecto de erección de un Templo en las proximidades de aquellas viviendas que, dos años más tarde, constituida en aldea, recibirían la designación de San Francisco de las Totoras. Con tal fin, designó una Comisión compuesta por las siguientes personas: Don Francisco Santana, Don Juan Trigo y Tiburcio Aldao. Estos señores, en jiras operosas, reunieron donativos consistentes en numerario y novillos que, trasmutados en efectivo, constituyeron los fondos que, en conjunción con la voluntad creadora, levantaron la anhelada Iglesia. Arriba

VII
Bendición del Templo.

El nuevo Templo fué modesto por sus elementos exteriores, interiores y ornamentación. Su largo alcanzaba sólo a una tercera parte del actual, no habiendo variado la dimensión de su ancho. La bendición tuvo lugar el 15 de Abril de 1875, a las nueve de la mañana, celebrando la ceremonia el R. P. Don Julián Garcilaso, Cura Párroco de Coronda, teniendo como adjutor al Fraile Don Nicolás Pudignani, del Convento de San Carlos. Fueron padrinos en esta ceremonia la Srta. Tránsito Lescano, hoy Vda. de Daneri, y su hermano, Don Cayetano Lescano.

Aún presta servicios la campana que llamara a los fieles aquel día, regalada por Don Pedro Correa.

El Templo quedó bajo la devoción de San Francisco de Asís y de la Sma. Virgen de Rosario.

Ninguna de aquellas dos imágenes veneradas, testigos de la ceremonia, tiene un sitio en esta Iglesia, la primera, diminuta, representaba el Santo, con su hábito típico y su cabeza cubierta con la capucha. La segunda, pequeña como aquélla, reclama un capítulo aparte. Arriba

VIII
La Provinciana.

Fue un día del verano de 1868, tan ardiente que parecía que, al contacto de los rayos de aquel sol canicular, bien pronto la tierra se convertiría en un horno que reduciría a ceniza la mustia vegetación. El pajonal, blanquecino o amarillento, semejaba materias dispuestas para la combustión, y las pocas matas que aún conservaban signos exteriores de vida, decoraban, con su verde tímido, el panorama asolado, mientras hundían sus raíces en los campos sedientos.

El astro rey descendía sobre el horizonte sin nubes, desfigurando su disco de fuego; en lontananza, hácia el ocaso, recortándose en la inmensa faja de luz, un bulto informe avanzaba: eran dos ancianos que, tras larga, penosa cabalgata, rematarían, luego, su pesado viaje, trayendo consigo una pequeña imagen y el anhelo de hallar término a su fatiga.

Montando un extenuado rocín, a la hora en que los colores desaparecen bajjo los primeros brochazos de sombras de la noche, previo el «Ave María» estilado entonces, hallaron la protección del Comisario Santana, quién proporcionóles un rancho próximo a la posta, que habría de servirles de efímero albergue.

En aquellos momentos, una palabra, una fatídica palabra caía de todas las bocas, y extenuaba o abatía los corazones más fuertes: el cólera.

Aquel matrimonio forastero, llegado no se sabe de donde, pero que procedía de la parte de «arriba», lo que les valiera el mote de «los provincianos», fueron de inmediato víctimas del terrible flagelo. A un mismo tiempo, hierióles el aletazo de la muerte y, a un mismo tiempo, la madre común los recibió en su seno.

Terminada la fúnebre ceremonia, el Comisario procedió a la incineración de los trastos pestilentes, llevándose, para darle religiosa custodia, una imagen de la Sma. Virgen del Rosario, la misma que trajeron los caminantes, y que, desde ese instante, los vecinos llamarían, devota, piadosamente, «La Provinciana».

Más tarde esta Virgen fué llevada en procesión por los fieles del lugar que imploraban agua para los campos y los ganados, procesión que paseó la imagen por terrenos despoblados, y que fué la primera que se vió en esos sitios. Esta Virgen es la misma que contemplaran vecinos llegados de muchas leguas a la redonda, a presenciar la ceremonia inaugural efectuada al promediar el mes de Abril del año 1875.

*

Hace cuatro años, en el pueblo Las Rosas, estando en casa del Sr. Juan Santana, hijo de Don Francisco, mi madre y yo tuvimos la satisfacción de ver a «La Provinciana»: ella, después de cuarenta y seis años; yo, por primera vez. Dentro de un pequeño nicho de madera pintada de negro, exornado de flores artificiales, consérvase la imagen venerable, la misma que luciera, desde un rincón remoto anónimo, su larga travesía; la que, en andas improvisadas de débiles tallos, fué colocada al frente de aquella procesión que habría de proceder a una serie no interrumpida en el trascurso de medio siglo; y, finalmente, la que, testigo de la inauguración de un Templo, lo que fué, a la vez, de la creación de un pueblo.
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IX
Apostillas al capítulo «La Posta».

En el capítulo pertinente, se ha dicho que la posta fué «avanzada de civilización, fortaleza, hotel y escuela,» todo lo cual exige una explicación que esclarezca como una casa destinada a allegar pasajeros por el breve espacio de unas horas, ejerció, en su escaso radio de influencia, funciones tan múltiples como interesantes.

En efecto: en la vecindad de esa casa que poseía techos de los mejores materiales asequibles en la región, entonces, y amplio corredor que la escudaba de las lluvias, y los soles intensos; que protegía su frente con un fuerte construido de gruesas paredes de barro, en el presunto ataque del indio bravío o del gaucho matrero y alevoso, surgían viviendas humildes, cuyos moradores veían en aquella otra un punto de defensa, de comercio, de sociabilidad, ¿y porqué no decirlo?, de aristocracia.

En las galeras, que corrieron por estos campos hasta el año 1865, viajó, en intimidad de pasajeros, la más alta cultura, representada por hombres doctos, de Gobierno, del sacerdocio y estudiantes que, en tertulia amena, iluminaban con las luces de sus talentos, el ambiente humilde, pero no huraño, de las postas.

Hasta entonces, el hospedaje de viajeros, en la posta de Las Totoras, estuvo a cargo de Don Angel Benvenutto, quien se ausentó a Rosario, para regresar, años después, y fundar el «Molino de los Ángeles». En 1871, llegó un anciano italiano, quien estableció en aquella casa, abandonada, una escuela. Tres años después, se inaugura el curso de la primera Escuela Fiscal, puesta bajo la dirección de Don Santiago Sarría, bajo la dirección del maestro español Santiago Cuestas, reabre su curso en el pueblo. Arriba

X
Medios de comunicación.

El más principal medio de locomoción constituíanlo las galeras. Vehículos pesados y voluminosos, partían de ciudades o pueblos de importancia, para correr, durante semanas y aún meses, tras la perspectiva de horizontes infinitos. Estaban formadas por tres compartimientos: pescante, cupé y rotonda, con capacidad total para once pasajeros que se distribuían así: tres en aquél, cuatro en el centro, cuatro en la última. Su parte superior adaptábase al transporte de equipajes livianos.

Rodaba tirada por seis caballos con sendos jinetes, reforzados aquellos por la «cuarta» del postillón. Cada cuatro leguas se renovaban las caballerías, en postas intermedias, escalonadas con el solo objeto.

De la ciudad de Rosario partía, semanalmente, la diligencia, de la Agencia a cargo de Don Pedro Ramallo, situada en la bajada del Puerto.

Ascendía por ésta, avanzaba hasta calle Córdoba, torcía al Oeste, y, pasando frente a la plaza de las carretas, internábase prestamente, en la pampa solemne y grandiosa.

Horas más tarde hallábase ante el primer obstáculo: el Río Carcarañá, a veces manso, otras espumajoso y amenazante, corría encajonado en lecho profundo. Desenganchadas las caballerías, la galera descencía sobre una balsa que, impelida por los pies de aquellos peones, que se asían fuertemente a la maroma, para darle impulso, cruzaba el río. Realizado el pasaje de los caballos, reanudábase el viaje.

A la oración, inusitado movimiento anunciaba en la posta la inquietud de la espera. Al Este negrusca mancha rompía los últimos destellos crepusculares, y el clarín prorrumpía en gritos de bronce, con eco repetido en la llanura inmensa.

Al día siguiente, muy temprano, previa salida del carretón conducente de cargas, anunciada a toque de clarín, rompía la marcha la diligencia, mientras en el aire quedaba flotando el rumor de los adioses.

*

Guardaba la disciplina del personal y pasajeros el conductor de la galera. Autoridad a quien se confiaba misión tan delicada, debía representarla, necesariamente, persona de respeto. En el desempeño de ese cargo, viajó, por espacio de algunos años, de Rosario a Jujuy, Don Francisco Lescano. Don Martín Beltrán ejerció iguales funciones en la sección Rosario-Córdoba, y Don José E. Peralta, en el trayecto Rosario-Catamarca.

*

El correo, personaje habituado a las crudezas del tiempo, recorría la mitad de la República. Deteníase en cada posta, para cambiar caballos, y proseguía, imperturbable, su largo camino. Entre otros, ejerció tan duro oficio Don Francisco Nuñez.

*

Improvisadamente, llega una mañana, en caballo jadeante, un sujeto armado hasta los dientes. Pide al maestro de posta caballería de repuesto, y parte, como huyendo de no se sabe qué enemigos. El Gobierno Nacional le ha confiado la conducción de una orden o un decreto, y este hombre que lleva un secreto, que también lo es para él, siembra la curiosidad y la inquietud en todos los espíritus.

Este es un «chasque».

*

Eran las carretas vehículos de dos ruedas, rústicos, de sólida factura, generalmente empleadas con fines comerciales.

Reunidas en número de diez a veinte, constituyeron las «tropas» características, que, por largos años, difundieron el comercio en la República. Tirábanlas bueyes, y transportaban suelas, azúcar, dulces y frutos del país, conducidos al Rosario desde Tucumán, Córdoba o Santiago del Estero.

Los carros, que rodaban sobre cuatro ruedas, eran más livianos que aquellas y movidos por mulas. También formaban «tropas» y transportaban pesadas cargas.
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XI
Las Totoras.

Crecía la flexible paja, en terrenos anegadizos, proporcionaba su nombre a la cañada extensa, y se entregaba, resignada, para el techo del rancho comarcano.

Totoras, o Cañada de las Totoras, llamábase a una zona baja, anegable, que, en contacto por el Oeste, con la de Las Parejas, bajaba, en acentuado declive, hacia los campos de Marull. Formábanse en ella lagunas y tremedales, y había, en tal cual trecho, arroyuelos qeu corrían en tiempos lluviosos. Abarcaba parte de las campos de Alfredo Albertengo, de «La Unión», Camilo Soto, Miguel Garrone, Bonifacio Medina, Albino Torres, Guillermo Perasso, Tietjen, Inocencio y Liborio Santillán, Gabriel Chiossone, Lorenzo Leguizamón, Manuel Jesús García, Pedro Molina, Cipriana Vera y Cristóbal Rodríguez. Arriba

XII
Fundadores.

El 31 de Enero de 1872, Don Francisco Santana compró a Don Julián de Bustinza, una fracción de campo, de quinientas varas de frente, por mil de fondo, donde el adquirente levantó su casa, ya mencionada en el capítulo «Aldea en embrión». Dividió en manzanas y en lotes sus terrenos, destinándolos al pueblo en formación. Donó Don Francisco un cuarto de manzana, para la futura Iglesia y casa parroquial, y Don Julián, un terreno, con destino a plaza pública y otro, fuera del perímetro urbano, para cementerio. Una fracción de campo suyo de cuatrocientas por quinientas varas en contacto con la de Santana completó el ejido de la naciente población.

Frente a la plaza pública, hicieron edificar: Don Cayetano Lescano, en el año 1876; Don Gabriel Chiossone, en el 77, y Don Anastasio Daneri, en el 78.

Al año siguiente, en terreno contiguo al de la Iglesia, Don José Acebal hizo construir una hermosa casa, en la que aún pueden admirarse las típicas formas arquitectónicas, en boga entonces. Don Alberto Chiapero y Don Pedro Robiolo hicieron edificar sus respectivas casas, a una cuadra de la plaza, y hácia el Oeste. Con excepción de Chiapero, que estableció herrería, todos se establecieron con negocio de almacén, mientras acrecía la colonización de los campos vecinos.

Algún tiempo después, hacían edificar Don Manuel Jesús García, Don Camilo Soto y el Señor Santana. Arriba

XIII
Don Julián de Bustinza

Llegó al país el barcelonés Don Julián de Bustinza, en época anterior al año 1867. Traía consigo buena cultura intelectual y el título de Agrimensor.

En Santa Fe adquirió luego considerables extensiones de campo que entregó a la colonización, dando a sus compradores facilidades de pagos. De tal suerte contribuyó al desarrollo de la agricultura de esta privilegiada Provincia.

En 1868 vivía en la ciudad de Rosario, donde contrajo enlace con la Srta. Clodomira Larrechea.

En 1872 visitó por primera vez San Francisco de las Totoras, adonde, atraído por sus negocios, volvió repetidas veces. Falleció en Rosario después de 1890.

Los primeros pobladores que, llamados por Bustinza, tomaron posesión de sus campos, pocedían de Jesús María. Ellos fueron: Agustín Borgogno, Francisco Scagliotti, Alberto Chiappero, Camilo Falcone, Juan Anselmi, Bartolomé Venecia, Bartolomé Miretti, Miguel Ferrero, Guillermo Perasso, Fraire, Mura, Brun, Airasca, José Razzetto y Mateo Pochetino. Al S. O. y, a una legua de Cañada de Gómez, establecióse con negocio, Don Pío Chiodi. Arriba

XIV
Cambio de nombre

Llega el momento en que, el nombre de Colonia Bustinza, con que la designara su dueño y propulsor, substituye, oficialmente, al de la localidad, que se debatirá, por espacio de treinta años, por amor a la tradición.

Una disposición del Directoria del F.C.C.A., tomada con el objeto de evitar confusión entre estaciones de un mismo nombre, manda designar Totoras a Santa Teresa, por cuyo motivo, hasta los más antiguos vecinos del pequeño pueblo, se ven obligados a olvidar la prístina designación. Arriba

XV
Primer Juez de Paz.

El antiguo distrito, llamado ya Colonia Bustinza, por su vasta extensión, asumía las proporciones de un departamento actual.

Pertenecía, antes de la creación de Iriondo, al Departamento San Jerónimo que tenía, como ahora, por Capital, a Coronda. Era Jefe Político, en aquel entonces, Don Basilio Gaitán.

Por un espacio considerable, fué Comisario de San Francisco de las Totoras, Don Francisco Santana, quien tuvo a su servicio como sargento a Don Enrique Modón, y, como milico, a Don Nicanor Álvarez.

En 1877, asume las funciones mixtas de Juez de Paz y Comisario, Don Pedro T. de Larrechea, cuñado de Bustinza, y más tarde, Intendente Municipal de Rosario.
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XVI
Sorpresa de los blancos.

Los blancos, agrupación de carácter eminentemente revolucionario, ramificábanse en grupos locales, en esta provincia, teniendo de las montoneras el coraje y el instinto de sorpresa en el ataque, a la vez que una conciencia cívica más elevada.

Tenían por jefe en esta parte de San Jerónimo, a Don Juan Rodrigáñez, hacendado de la Cañada del Árbol.

En el año 1878, previendo un ataque de los blancos, a Bustinza, el jefe de la tropa gubernista, Don Florencio Pérez, acampó, con una patrulla, en la localidad.

El Comandante Silva al frente de los revolucionarios, dos días más tarde operaba por sorpresa. Como a la una de la noche, llevó su enérgico ataque, del que resultó herido de gravedad el Comandante Pérez, y prisionero el Juez de Paz Larrechea.

Los blancos no quisieron o no supieron sacar partido de la situación, y regresaron, con prisioneros, al punto de partida. Rehecho el destacamento derrotado, y reforzado con el concurso de algunos vecinos a las órdenes del Mayor Tomás Arriola, inició la persecución del enemigo, dándole alcance en la Cañada del Árbol, donde, en medio del nutrido tiroteo, cayó, mortalmente herido, el Comandante Silva.

Ocho días después, todos los prisioneros recuperaban su libertad. Arriba

XVII
Primer Sacerdote

En este mismo año hácese cargo de la Iglesia local el Clérigo Don Francisco Jimenez. A su iniciativa débense la primera ampliación y refacción de la misma, siendo digno de hacer constar un donativo de Don Cayetano Lescano, consistente en veinte mil ladrillos. Durante su curato recibióse una imagen de la Sma. Vírgen del Rosario, obsequio de Monseñor Gelabert, que aún se conserva. Arriba

XVIII
Nueva visita del Obispo de Paraná.

En el año 1883, visita al pueblo de Bustinza el Ilmo. Obispo, Mons. Gelabert. Durante la semana que duró su misión, hospedóse en casa de los esposos José Acebal y María de Acebal. En jira pastoral, había llegado hasta Cañada de Gómez, de donde, después de algunos días, púsose en viaje a esta localidad. Una delegación de autoridades y caracterizados vecinos fué a recibirle a mitad del camino y adherirse a su séquito.

El venerable anciano, de salud ya precaria, realizó cumplidamente su misión, recordándose, al respecto, que para mejor aprovechar el tiempo, hacía confirmaciones en su accidental domicilio. Arriba

XIX
Colonización de «La Hansa»

Conocíase, con el nombre de «La Hansa», una gran extensión de campo, que comprendía, además de la estancia de ese nombre, propiedad actual del Doctor Ricardo Andino, el campo «El Infierno», de la Sra. María Andino de Leguizamón, y todos los situados entre aquel establecimiento y otro de propiedad de Facundo Larguía. Pertenecía a los hermanos Guillermo y Alberto Tietjen, y era administrada por un hermano de éstos llamado Daniel.

La parte situada entre «La Hansa» actual y la estancia de Larguía, fue dividida en lotes que bien pronto se vendieron. Los primeros adquirentes colonizadores fueron los señores José Barbero, Juan Bolatti, Domingo Tomatis, Gaspar Barbero, Mateo Grandis y Agustín Sala.

Radicáronse en sus respectivas fracciones en el año 1886, y procedían en su mayoría, de la Cañada del Árbol, donde cultivaban terrenos de Don Juan Rodrigánez. Arriba

XX
Primer Bazar.

En el año 1888, con el propósito de remediar necesidades urgentes de la Iglesia, la madrina de la misma, Doña Tránsito L. de Daneri, invitó a algunas señoras, a una reunión, que se realizó en la casa parroquial.

Asistieron, en total, cuatro, resolviendo constituírse en Comisión, a objeto de organizar un bazar.

Fue designada Presidenta: Doña Máxima P. de Buenahora; Vice-Presidenta: Doña Isabel G. de Soto; Tesorera: Doña María de Acebal y Secretaria: Doña Tránsito L. de Daneri.

El bazar fué inaugurado, con éxito halagüeño, el 25 de Diciembre del citado año.

Es justicia recordar la contracción con que estas señoras llevaron a cabo su labor, y la generosidad de Doña Clodomira L. de Bustinza, quien, desde Rosario, ciudad de su residencia, remitió tres cajones con objetos, algunos de ellos, de relativo valor.

Asimismo debe recordarse que la Sra. Fidela A. de Careaga, residente en Rosario, contribuyó con importantes objetos, para dicho bazar. Arriba

XXI
Primera Comisión de Fomento.

Siendo Jefe del Poder Ejecutivo de la Provincia, Don Juan Cafferata, designó para Bustinza, en 1890, la siguiente Comisión:

Presidente: Alberto Chiappero

Vice: José Acebal.

Tesorero: Pedro Daneri.

Vocal: Nicolás Macera.

Esta Comisión designó Secretario, a Don Senatore Bazzi.

Desde entonces, presidieron, alternativamente, la corporación comunal los señores Camilo Falcone, Camilo Soto, Alberto Chiappero, Pedro Medina, Ramón Leguizamón y Pedro Johansen, hasta el 31 de diciembre de 1913, fecha en que terminan sus mandatos todas las Comisiones de Fomento de la Provincia, para ser reemplazadas, por las electas por el voto popular, de acuerdo a la ley 178o.

Antes de terminar este capítulo, consignaré la nómina de los que actuaron como Secretarios, y la que corresponde a los nombres de la Comisión cuyo período se cerró con el año 1912.

He aquí esos secretarios: Antonio Burgos, Francisco Fernández, Pedro Daneri, Domingo Santoro, Cayetano R. Daneri y Luis J. Falcone.

He aquí dicha Comisión: Presidente: Pedro Johansen; Vice: Juan Bertolé y Tesorero: José Martínez. Arriba

XXII
Civismo

El pequeño pueblo, desde su apartamiento del concierto de los que viven su vida agitada y rumorosa, no se retraerá, frente a los hechos cívicos, graves y perentorios, en torre de aislamiento.

Los sucesos de 1893 le llaman a la lucha, y allá va el contingente de sacrificios y entusiasmos, fiel a su jefe, Don Pedro Daneri. Este, que preside el Comité de la Unión Cívica Radical de Cañada de Gómez, por su residencia en Bustinza, hace de este pueblo un centro político de actividad constante. Los revolucionarios que parten de aquí, vigilan o asisten a Santa Teresa, Cañada de Gómez, Las Rosas, Tortugas, Rosario . . .

Pero, estos son acontecimientos relativamente frescos, y es conveniente dejarlos que duerman su sueño de quietud, hasta que, en hora oportuna, los despierte la mano de la historia. Arriba

XXIII
Fuegos de Artificio.

En el año 1895, fué designada Directora de la Escuela Fiscal la Srta. Concepción Santoro, hoy Sra. de Córdoba, y ayudanta, la Srta. Isabel, hermana de aquélla. Con tal motivo, vino a la localidad toda la familia, cuyo jefe era Don Domingo Santoro. Este Señor, devoto de San Antonio de Padua, organinzó una fiesta para el 13 de Junio del citado año, para la que invitó al joven Ignacio Delfino, pirotécnico de la ciudad del Rosario. El programa se inició con una misa a cargo del R.P. Auxilio, Cura Párroco local, desorrollándose en todas sus partes, en franco ambiente de fiesta.

El señor Delfino trajo consigo una batería que hizo estallar a la terminación de la misa, y una bonita colección de fuegos artificiales que, por la noche, ofreció, generosamente, a la contemplación del público. Desde entonces, con muy raras excepciones, ha prestado sus servicios profesionales en las tradicionales fiestas en honor de San Francisco de Asís. Arriba

XXIV
El ideal de la Fraternidad.

Creo enunciar un postulado, si afirmo que el ideal de la fraternidad es muy hermoso, pero un tanto inasequible. Veamos cómo, un pueblo pequeño, de costumbres sencillas, puede alcanzar, por el espacio de algunos años, una encomiable armonía para su sociedad.

En efecto: el período que se abre en el año 1897, y se cierra en 1903, es, para Bustinza, el más fecundo en concordia y en diversiones. Un día, es un amigo, quien, acelerado y afanoso, llama a las puertas de sus convecinos, para invitarles a celebrar el último día de carnaval, en una casa de campo: y allá van todos, y, de rondón, llegan y, luego, se entregan al deporte de la danza, comen, se divierten, ríen. . .; otro de fría tarde otoñal, alguien comunica a los vecinos que, para esa noche, se ha dispuesto la celebración de un baile en una casa distante una legua del pueblo; y, finalmente, otro, a la hora en que el manto de la noche cubre la tierra y el cielo se engalana de estrellas, las familias disponen aceptar una invitación reciente, para asistir a una tertulia donde habrá música y baile y también canto, y a la que es menester asistir sin atavíos, porque el tiempo apremia y porque nadie «debe» faltar.

En este ambiente de hermandad, se desarrollarán sociedades, fiestas, alicientes y serenatas, que vivirán, sin duda, en la memoria de muchos, porque lo que lleva en sí calor y vida, no muere al contacto de los primeros fríos. Arriba

XXV
«La Voluntaria»

Allá por el año 1900, aficionados al dulce son, aunque no conocedores de los secretos del divino arte, fundaron una orquesta, cuya espontaneidad fué puesta a prueba, el 15 de agosto, en flagrante fiesta en casa de los esposos Daneri-Lescano. Fué autor de la iniciativa Don José Martínez, quien, para el acontecimiento, aseguróse la asistencia de amigos de Cañada de Gómez. Fué bautizada en arranque entusiasta, con el nombre de «La Voluntaria», por el más tarde periodista Emilio Pellegrini. Arriba

XXVI
Primera Comparsa

A base de La Voluntaria, fundó Martínez, unos meses más tarde, la primera y última comparsa, que paseara su alegría y el azul y blanco de sus trajes por esta población. En el Carnaval de 1901, visitó a Cañada de Gómez. En todas partes donde se presentó, brillaron el ingenio y gracejo de su payaso, Rodríguez. Arriba

XXVII
«La Totorense»

En el citado año, a iniciativa de Martínez, fundóse la Sociedad «La Totorense», primera de la localidad, y memorable por el lucimiento de sus fiestas.

En el salón de la Sra. Clementina L. Vda. de Daneri, dió bailes, cual el inaugural, que fué dechado de la solidaridad ambiente y de buen gusto.

He aquí la nómina de los socios que constituyeron La Totorense:

José Martínez, Pedro S. Daneri, Albino González, Domingo Santoro, Fortunato B. Medina, Santiago M. Alberdi, Gregorio Medina, Víctor Pierrot, Remigio Goicoechea, Federico Goicoechea, Luis A. Falcone, Francisco Mezzano, Artemio Daneri, Avelino B. Martínez, Enrique Pellegrini, Benigno Santorun, Leonardo Medina, José Razzolini, Pablo Fita y César Torriglia. Arriba

XXVIII
Armonías y Serenatas.

De 1900 a 1902, vivió en este pueblo, ejercitando la profesión del comercio, el Sr. Guido Vanzina. Más inclinado al culto de Euterpe que a las actividades de Mercurio, Don Guido dedicaba algunas horas del días y no pocas de la noche, a las delicias del divino arte.

En torno suyo reuníase la juventud de entonces, atraída por la hermosas armonías que su mágico arco despertaba en su violín dulce y obediente.

En poco tiempo, otro enamorado del melódico instrumento, pero sin más nociones que las adquiridas por su finísimo oído, aprendía, del gran maestro, el secreto de arrancar con el arco, armoniosas, cautivantes vibraciones.

Fue Martín Sotelo digno discípulo de Don Guido. Cuéntase que, cuando niño, su anciano padre lo inició en la música, con un violín de lata, fabricado con sus propias manos. Bohemio irrefrenable, dejó, en bailes sociales o plebeyos, así como en fiestas populares o bajo el toldo circense, un aire poblado de notas sugestivas o apasionadas.

Alguna vez, maestro y discípulo, rompieron la serenidad del conticinio, con las notas de clásica serenata, llamadas a la vida, en el mundo del sonido, por las manos de aquél, al par que las de éste jugaban diestramente con el cordaje de su tierna guitarra.

Recuérdase aún una meditación que el señor Vanzina, acompañado al piano, por su esposa Doña Encarnación, tocó en la Iglesia local, en la misa ofrendada a San Francisco de Asís, el 4 de octubre de fin del siglo XIX.

Compositor de no escasa inspiración, honró a este pueblo, dedicándole una de sus creaciones: la marcha «La Totorense». Arriba

XXIX
Una ex-cautiva.

En el año 1900, recibieron sepultura, en el cementerio local, los restos de Doña Agustina Maldonado de Razzolini, que vivió varios años de cautiverio, entre los indios del Sur.

Cuando se le preguntaba de aquel extraño episodio, con palabra viva, resucitábalo en todos sus pormenores y detalles, con calma poco común en quienes han tenido la desdicha de cumplir un cruel destino.

Allá, por el año 1864, el bravo «malón» fué llevado hasta la Cañada de Las Parejas, resultando, después de duro combate, muertos algunos hombres y cautivadas algunas mujeres, entre ellas, Doña Agustina, casada entonces con Cabrera. Conjuntamente con ella, llevaron en cautiverio a un niño de corta edad: un hijo suyo.

Al llegar a la tribu, madre e hijo fueron separados destinándose aquella al «toldo» del cacique, señor de seis mujeres, que compró a los raptores los derechos a la séptima, pagándolos con efectos.

Un día que la buena señora notó la ausencia de los hombres, tomó para su viaje furtivo, unos pedazos de «charquis» y una vejiga de vacuno, que llenó con agua.

Tuvo dolorosa odisea. Caminaba, a ratos, de día o de noche, y, a las veces estuvo a punto de ser descubierta por los indios perseguidores.

De noche, para descansar, tendíase sobre las pajas soltando su abundante cabellera, con la que abrigaba, en parte, su cuerpo aterido y extenuado.

Acosada por hambre en una ocasión dió muerte a una «mulita», bebió de su sangre y comió de su carne, lo que le produjo un largo delirio.

Un día, cuando creía desfallecer, fue divisada por un «bombero» del fortín de «La Guardia de la Esquina», que oteaba, en ese instante, los campos convecinos. Fue conducida a aquel lugar, volviendo así a los dominios del «cristiano», para restituirse a la civilización. Arriba

XXX
Una semana de zozobras.

El cuatro de febrero de 1905, representantes de la autoridad policial departamental llegaron, de improviso, a esta población, y procedieron al reclutamiento forzoso de los hombres en edad de «servir».

En resumen, los de todas layas, fueron conducidos a Cañada de Gómez, donde hubieron de permanecer acantonados, por el término de una semana.

Sin noticias concretas al respecto; sin diarios que informasen de los hechos graves que ocurrían en la República, en Bustinza, vivimos una semana de incertidumbres. Al término de ella, todos regresaron «sin novedad», sofocada la revolución. Arriba

XXXI
Período 1906 a 1910.

1906 – La Dirección de Defensa Agrícola, de Rosario, designa, para presidir los trabajos de destrucción de la langosta, la siguiente Comisión: Presidente, Pedro Medina; VicePresidente, Ramón Leguizamón y Tesorero, Pedro Johansen. Estos cargos son ad-honorem. Hay uno rentado, que recibe la designación de Comisario, y desempeña Don Mardoqueo Contreras.

1907 – La razón social Coulon y Boussy hace construir un cómodo edificio, con hornos para panificación, galpones, etc., donde traslada su importante negocio.

1908 – Los señores Camilo Soto y Marín Beltrán Lescano, establecen en casa del primero, el primer cinematógrafo local, adelantándose, en el establecimiento del «teatro del silencio», a Cañada de Gómez, Correa, Carcarañá, Santa Teresa y otros pueblos.

1909 – De Rosario, llega una misión presidida por el R.P. Miguel Torrá, que permanece más de una semana.

A iniciativo del joven Marcos Monsalve, se funda el Club Atlético Bustinza, primero, en su género, aquí. Preside la Comisión Don Cayetano R. Daneri, y actúa como Secretario, el iniciador.

1910 – El primero de Enero, inicia sus funciones el 1er. Jefe de Estafeta, Don Juan Armán. La dotación de un correo nacional para Bustinza, débese a la perseverante gestión del señor Pantaleón Martínez Zurbano, actual Rector del Nuevo Colegio Nacional de Rosario.

Hasta la fecha apuntada, tuvo el correo un carácter particular. He aquí una ligera reseña:

Última década del siglo XIX: Transporta la correspondencia de y a Correa, el comerciante de ese pueblo, Don Juan Fita, sirviendo de «oficina» la farmacia de Don Cayetano Zaccone, y, más tarde, la casa de negocio de Don José M. Acebal.

Suspende el señor Fita la tarea de correo, y la toma el señor José Martínez, quien en el año cinco, la entrega al comerciante Don José Pellegrin. Dos años más tarde, se hacen cargo del correo los comerciantes, señores Falcone y Chillida.

Durante tan largo lapso, los interesados tuvieron que abonar diez centavos por carta, como retribución.

Primer corso: En este año a iniciativa del joven Ramón Martínez Zurbano, organízase el 1er. Corso de Carnaval. Preside la C. D. el buen anciano y amigo de la juventud, Don Pedro Medina. Aunque su precaria salud no le permite asumir activamente la dirección de los preparativos, dispone al respecto, desde su lecho de enfermo, delegando sus facultades en Gaspar Leguizamón. Aconseja y alienta a sus jóvenes amigos.

Llévanse a cabo las fiestas con severa disciplina, y otórganse premios, con general beneplácito.

Cambio de Juez: El señor Bartolomé Escalante, que ha desempeñado por espacio de doce años, las funciones mixtas de Juez de Paz y Comisario, pasa a un puesto en el Tribunal de Rosario. Le reemplaza el señor Juan V. de la Vega.

Centenario: Absorbida la atención pública por la gran propaganda que llega de los pueblos vecinos, descuida la preparación de los indispensables festejos, con que debe recordarse la magna fecha. No obstante, esto no será óbise para que un pequeño grupo de jóvenes animosos, organicen, en veinticuatro horas, un sencillo y entusiasta programa, de acuerdo al cual, la población se asocia al júbilo que estremece a toda la República.

Primeras Romerías: La Comisión de Fiestas Patronales que preside el señor Luis O. Falcone y tiene como Secretario al señor Maximiliano A. Linares, después de realizadas aquellas, resuelve realizar las primeras romerías populares. Estas se efectúan durante los días 19 y 20 de noviembre, en el monte del señor Ramón Leguizamón. Arriba

XXXII
«Bohemios del Centenario»

En la noche del 4 de noviembre de este año inolvidable por las muchas y fastuosas rememoraciones nacionales, partíamos algunos muchachos, en grupos distribuidos en dos carri-coches, hacia la casa de un buen amigo, entusiasta y jovial, y nuestro contemporizador, a pesar de la diferencia de edad que de nosotros lo separaba. He nombrado a Don Carlos Perasso.

En el trayecto, mientras tendíamos la vista sobre los campos bellamente iluminados por la luna, y volaban sobre ellos los ecos de las canciones y las vibraciones musicales de mandolines y guitarras, bautizáronse los grupos con el nombre de «Bohemios del Centenario».

Inoficioso sería decir que en casa de Don Carlos se bailó, comió y bebió en medio de la alegría.

En ambiente de franqueza, hubo de sorprendernos con hilarante impresión, inesperada nota cómica: los «bohemios» Juan Rey y Pepe Gutsens, tiznadas frente y naríz, aparecieron bailando con respectivas parejas.

Las fiestas patronales del año siguiente, se singularizaron por la resurrección de los faroles chinescos, como adornos de nuestra plaza.

Teníamos los bohemios un local llamado «La Gruta», que no era otra cosa que el dormitorio de uno de los asociados. Una noche en que aquellos faroles lloraban sus últimas lágrimas de cera, dejando a obscuras la plaza, comenzamos la subrepticia tarea de descolgarlos y formar una colección. Llevada ésta, a aquella casa, sirvióle de interior adorno, cruzándola en diagonal.

Había entre los faroles uno que, en preferencia acariciaban nuestros ojos, y que un día desapareció. Impuesto de lo ocurrido, como Presidente del Centro, hube de denunciar el hecho, en asamblea general. Nada se supo al respecto.

Dos días más tarde, en boca de un socio llegábanos la noticia de que el objeto perdido, con sus bonitos colores, adornaba con otros de muy buen gusto, una sala de costuras.

La romántica generosidad de un compañero, presa de platónico sentimiento, habíalo transportado a aquel lugar.

Satisfecha la curiosidad general, por la mente de los contertulios cruzó un solo, indulgente pensamiento: «¡Escenas de la vida bohemia!» Arriba

XXXIII
Año 1911

Por decreto del Gobernador Crespo, del año anterior, esta localidad tendrá Registro Civil. Por dicho decreto, nómbrase al Juez de Paz N. de la Vega.

El Interventor Nacional, Anacleto Gil, declara la imcompatibilidad de ambos cargos en una misma persona y designa, para el R. C. a Cayetano R. Daneri. Igual incompatibilidad pesa sobre los Jueces Comisarios, designándose para el último cargo, en la localidad, a Alberto Olivar.

Club Social: Fúndase por iniciativa del Sr. Mardoqueo Contreras, un Club Social, que se disuelve un año después. Preside la C. D. el iniciador, y actúa como Secretario D. Juan Rey. Arriba

XXXIV
Un financiero

Don Gabriel Chiossone (hijo), hermano del Dr. Federico Chiossone es otro de nuestros coterráneos que a fuerza de energías bien encaminadas y tenazmente sostenidas ha conseguido dar lustre a su nombre.

A Don Gabriel Chiossone hay que considerarlo un hombre de negocios y como hombre público.

En la zona que comprenden las Provincias de Tucumán, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y aún Córdoba, no hay localidad de un relativo desarrollo comercial en que la firma Gabriel Chiossone no sea conocida, apreciada y respetada por sus relaciones y procederes comerciales.

Como hombre público ocupa actualmente el Ministerio de Hacienda y Obras Públicas de la Provincia de Santiago del Estero.

Sus prestigios políticos, y de hombre de finanzas alcanzados prueban el tesón y la energía que ha sabido imprimir a su vida este hombre debido a su propio esfuerzo.

El último gaucho

En el año 1911, muere en el vecino pueblo Santa Teresa, Belisario Rodríguez. Si se exceptúa a «Hormiga Negra», famoso gaucho porteño, muerto tres años más tarde, por otra parte, desaparecido mucho antes del teatro de sus hazañas, podría decirse, y con razón que con Belisario, muere el último gaucho argentino.

Si me ocupo de él es estas páginas, es precisamente, porque el gaucho siempre ha sido considerado como un ser típico de nuestra tierra, y porque Rodríguez nació en uno de los cabos de las célebres Totoras. Belisario o el «Rubio», como se le llamaba, encarnaba, por el instinto, la agilidad de sus miembros, la mobilidad de sus ojos, la destreza en el ataque y la fiereza con que provocaba o aceptaba la lucha, el más acabado tipo de gaucho que aquí se haya conocido.

En lucha cruel y tenaz con el forastero de temible aspecto; perseguido por la «Comisión», que jamás logró darle alcance, en su juventud, resultó imbatible, en sus innúmeros trances.

Taimado y astuto, más que sexagenario, paseaba por estos campos, su delgada y alta y erguida figura. Dominador con los ojos, el ademán y la voz; receloso y hasta altanero, permitíase, sin embargo, alguna chanza, en ratos de buen humor. Así, Belisario jugaba francamente, con Protasio Peralta.

Relataré dos anécdotas que pintan sus relaciones. Habían convenido el Rubio y Proto -así a este su amigo le llamaba- sacar de la distracción a aquel de los dos que, al tiempo de encontrarse, puediese ser «sorprendido».

En cierta ocasión, frente a la cancha, montando su caballo, Belisario contemplaba los preparativos de una carrera. Proto, que recién llegaba, también a caballo, acercósele de sorpresa, y, diciéndole «¿Cómo te va?», golpeóle fuertemente las costillas, con la dura cabeza que remataba el cabo acerado de su látigo. El Rubio se encorvó, visiblemente dolorido y pálido, aspiró con esfuerzo, sin dejar traslucir ningún signo de molestia. El comisario intervino, amenazante; Proto guardó silencio; pero Belisario no admitía intervenciones como aquella, de carácter protector, y, repuesto de su dolor, objetó: «Son bromas de hombres, y Ud. no debe meterse»…

**

Un tiempo más tarde, Proto, tranquilo y despreocupado, parado delante de una casa de negocio, hundía en la lejanía su mirada indecisa. Esta vez, corresponderá al Rubio «la broma» de la sorpresa. Desde un caballo, enarbola un látigo, haciéndolo describir dos amplios círculos, en el aire, y, bajandola mano, mientras pregunta: ¿Cómo te va, hermano?, deja que la trenza se envuelva en espirales, en aquella cabeza. En la frente de Proto apareció una rosa de sangre, cárdena flor de brutal cariño. Arriba

XXXV
Período 1912 – 1913

Teléfonos: La sociedad Chibillar Hnos., que acaba de inaugurar la red telefónica de Cañada de Gómez, prolonga en 1912, hasta Bustinza, tan importantes servicios. La «Central» queda instalada en la casa de nogocio Rosello y Bolsico, trasladándose, unos meses después, a la casa del Sr. Merardo Sánchez.

Club Atlético: El 8 de octubre del mismo año, fúndase, merced a trabajos de su iniciador, Alejandro Perotti, el Club Atlético General Lavalle. En la actualidad, puede exhibir, gracias a la perseverancia de sus jugadas y demás asociados, numerosos premios, algunos de ellos, ganados en interesantes torneos. Es, el joven Ramón Ysiar, uno de sus socios más entusiastas. En 1924, donó una bonita copa, premio que fué disputado con team de un pueblo vecino, y, hoy forma parte de los que acreditan el blasón deportivo del Club.

He aquí la nómina de la Comisión Directiva.

Presidente: Lucas Rey;
Vice: Francisco E. Demarchi;
Tesorero: Segundo González;
Secretario: Pedro Johansen (h).

Referées: Francisco Rey y Fernando Ramos.

1913: Primera Velada Literaria.

La Comisión de Fomento convoca a varios vecinos, a objeto de que se constituya en Comisión patriótica, para celebrar la fecha histórica del 9 de Julio.

Los reunidos eligen la siguiente Comisión; Presidente: Cayetano R. Daneri; Vice-Presidente: Eugenio Perotti (h); Tesorero: Lorenzo Sotelo; Secretario: José Martínez (h), y Vocales: Benito Guillerón, Máximo Santillán y Froilán Leguizamón. La noche del 9 de Julio, en el salón de la Sra. Leonarda Vda. de Leguizamón, llevóse a cabo la primera fiesta de carácter patriótico-teatral. Las localidades fueron ofrecidas gratuitamente, sufragándose todos los gastos con productos de subscripción popular.

En la representación del drama «Historia Gaucha», participaron: Rafaela Ramírez, Pepe Martínez, Antonio y Cayetano R. Daneri, Juan Rey, Luciano García, Pedro Johansen (h), Arsenio Leguizamón, Ismael Martínez, Máximo Cabrera (h) y un farmacéutico, cuyo nombre se reserva. En la Comedia «Basta de Suegros», encarnaron personajes: Amalia Medina, Lidia Buenahora, José Perpén, Pepe Martínez, Antonio y Cayetano R. Daneri.

Declamaron: Emilia y Mercedes Correa, Enedina Sánchez, María Aguirre, Ismael Martínez y Gregorio Sánchez.

Sociedad Labardén: Dado el éxito obtenido en las veladas del 9 de Julio y 20 de Septiembre -esta última en el salón de los Señores Lastra y Domínguez- los dirigentes resuelven constituir una sociedad recreativa-literaria, a la que, en memoria del célebre autor de «Siripo», se le pone el nombre de Labardén. Da numerosas fiestas de carácter social o literario, y se disuelve después de cumplir, exactamente, un trienio.

Comisión de Damas Pro-Templo: El Ilmo. Obispo de Santa Fe, Mons. Boneo, designa con fecha 9 de Diciembre, la siguiente Comisión: Presidenta: Tránsito L. Vda. de Daneri; VicePresidenta: Leonarda Ch. Vda. de Leguizamón; Tesorera: Jovita Vda. de Medina; Pro-Tesorera: Dorila E. de Medina; Secretaria: Lucía Olmos; ProSecretaria: Presbiteria Correa; Vocales: Juana G. de Miretti; Francisca M. de Rojas; Loreta M. de Linám; Cleofé de Martínez y Rafaela Ramírez. Esta comisión llevó a cabo la más importante obra de reparación que se haya emprendido en pro del Templo, al que se le dotó lo que más necesitaba: la torre.

Primera elección comunal: De acuerdo a la flamante ley, que lleva por número el 1780, tiene lugar, el día 25 de Diciembre de este año, la elección de Comisión de Fomento. Concurrieron dos partidos, con respectivas lista de candidatos.

He aquí la lista triunfante: Presidente, Pedro Johansen; VicePresidente: Juan Barbero; Tesorero: José Martínez; Suplentes: Juan Borgogno, Santiago Brun y Carlos Perassi; Comisión de Contralor: Merardo Sánchez, Antonio Lastra y Fortunato B. Medina.

En otros períodos, presidieron la Comisión de Fomento los Señores Carlos Scagliotti, Juan Miretti y Juan Bertolé.

Alternativamente han actuado como Secretarios, Cayetano R. Daneri y Juan A.Daneri.

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XXXVI
Un hombre de ciencia.

El Doctor Federico Chiossone, hijo de la señora Romana Mercado de Chiossone y del señor Gabriel Chiossone, es también hijo de esta localidad.

Ex-primer ayudante honorario del Director del Instituto de Anatomía normal y Medicina Operatoria de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires (por concurso); ex-practicante mayor externo del Hospital Nacional de Clínicas (por concurso), presenta, a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires, su tesis «Embarazo Ectópico», con la que obtiene el título de Doctor en Medicina, coronamiento de sus brillantes estudios.

Y recibe su título de médico cirujano, conjuntamente con el «diploma de honor» por haber sido durante sus años de estudiante uno de los más aventajados alumnos de la famosa facultad de medicina de Buenos Aires.

Desde el año 1913 al día que escribimos estas líneas, las características que desde estudiante distinguían a nuestro universitario local, se perfilan acentuándose para destacarlo como uno de los más brillantes cirujanos del país; y así va desempeñando cargos de: Cirujano en el Hospital de Caridad, en el Hospital Italiano Garibaldi, en el Hospital Italiano Unione e Benevolenza, en el Hospital Rosario, Cirujano contratado por el Sanatorio Vaquié, mientras el Cirujano propietario Dr. Gerónimo E. Vaquié pemanece en Europa, Cirujano en el Sanatorio Dr. Juan B. Cuffia, puestos cuya sola enumeración sirven elocuentemente para poner de manifiesto que el pueblo de Bustinza puede sentirse orgulloso de haber sido cuna de un erudito hábil y como decimos destacado y brillante Cirujano Argentino.

El Doctor Chiossone ha publicado trabajos sobre tópicos de Cirujía que le han valido comentarios elogiosos de los entendidos: «Desarticulación del hombro con anestesia local y sección del plexo braquial» llama la atención por la idea original y la ejecución técnica y las felicitaciones que recibiera con este motivo de parte de distinguidos cirujanos del país y extranjeros y que hemos tenido oportunidad de leer con un honor para el Dr. Chiossone.

Su contribución al estudio de la Cirujía del Cólon, sus escritos sobre accidentes de trabajo, fracturas, quemaduras, prueban la solidez de sus conocimientos en temas quirúrgicos.

Su nombre, hoy muy difundido y consagrado, son el resultado de sus obras y el empeño celoso en su cumplimiento.

Saludamos en el Dr. Chiossone a nuestro hombre de ciencia y virtuoso cirujano.

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XXXVII
Período 1914 – 1923

Censo General de la Nación.

La Comisión Nacional, encargada de presidir el Censo General, designa miembro de la Comisión Departamental, que preside Don Bautista Nícoli, al señor Pedro Johansen, con las facultades de dirigir en el Distrito Bustinza, los correspondientes trabajos. Nómbrase Secretario a Don Antonio Daneri.

Tan patriótica labor llévase a cabo con el concurso de los siguientes censistas: Pedro Johansen, Carlos Perassi, Juan Colombera, José Domingo Anselmi, Gaspar Leguizamón, Cayetano R. Daneri, Juan Barbero, Eugenio Perotti (h), Fortunato B. Medina, Domingo Albertengo, José A. Perasso y Reynaldo Sequeira.

1915. Guerra Mundial. Estalla la conflagración europea el 1ro. de Agosto, y repercute, sensiblemente, en esta localidad la honda crisis económica que se extiende por el mundo entero.

1916. Fiestas del Centenario: El público coopera y asiste a las fiestas que, el 9 de Julio, con su concurso y el de las autoridades locales, lleva a cabo el Director de la Escuela local, Don Eugenio Perotti.

Teatro Zaugg. En este mismo año, la Compañía Otto Zaugg se establece, dando funciones teatrales de relativo valor. Esta compañía permanece, aquí, un año.

1918. Armisticio: Al llegar la noticia de la celebración de un armisticio, que será el principio de la anhelada era de paz, la juventud organiza, espontáneamente, esa misma noche, una manifestación, precedida de música, que recorre las calles de la localidad.

1919. Sociedad Unión Recreativa: Como coronamiento de trabajos llevados a cabo bajo la dirección de Don José Martínez, fúndase la Sociedad Unión Recreativa, cuyo primer presidente es el Sr. Ulpiano Arizaga.

1920. Misión: El R. P. Michelini de Rosario, viene trayendo una misión. Permanece aquí una semana.

1921. Salón- Teatro: El Sr. Francisco Demarchi hace construir un edificio cómodo, con un amplio salón, que dota de escenario.

Centro Recreativo: Fúndase, a iniciativa de varias personas, el día 17 de Abril de este año, el Centro Recreativo. Sucesivamente, presiden sus destinos los señores Francisco Demarchi, Santiago Ardicci y Francisco Bertolé, a quien acompaña, en el cargo de Secretario Don Manuel Benvenutto.

Centro Dramático: Se funda el Centro Dramático Pablo Podestá, que lleva a cabo en sus pocos meses de subsistencia, muy interesantes veladas. Destácanse, por su labor directiva y escénicas, su malogrado presidente, Pepe Martínez, y Luis E. González.

Octaviano Pián: Un día en que se celebran las fiestas patronales, desciende, en campo del señor Ramón Leguizamón, el aviador italiano Octaviano Pián. Permanece aquí tres o cuatro días, realizando vuelos con pasajeros.

Club Misterio: El 27 de Noviembre de este año, fúndase en «La Hansa», el Club Misterio, con fines recreativos.

En la actualidad administra el Centro la siguiente Comisión Directiva: Presidente: José Barbero (h); Vice-Presidente: Arquímedes Sequeira; Tesorero: Gaspar Barbero; ProTesorero: Mateo Grandis (h); Secretario: Fortunato Giardino; Pro-Secretario: J. Arturo Barbero; Vocales: José Siondino, Matías Bollatti y Reinaldo Sequeira.
1922. Misión: Por segunda vez, viene en misión, en el mes de Julio, el R. P. Michelini. Deja establecida la congregación de la Doctrina Cristiana.

-He aquí la nómina de las niñas designadas para dicha congregación: Felisa Falcone, Presidenta; Antonia Leguizamón, Vice-Presidenta; María Perasso, Tesorera; Sara Leguizamón, Secretaria; Amalia Medina, Pro-Secretaria; y Margarita Medina, Ermelinda Medina, Marta González y Juana Miretti, vocales.

Cosechadoras: Las primeras cosechadoras que entran al Distrito Bustinza, notable invento que convierte en realidad el ideal de corte y trilla simultáneos, son adquiridas por los señores Juan Barbero, Luis y José Sala y Pío Brasca.

1923. Club Atlético Campesinos: Con este nombre desígnase un Club local, recientemente fundado, siendo sus iniciadores los Señores Francisco E. Demarchi y Francisco Repa.

Club Atlético San Gaspar: Es un club que tiene por objeto practicar el foot-ball, en pista formada en la Estancia Las Julias, fundóse a iniciativa del señor Quintín Mendoza, y lleva ese nombre en memoria de Gaspar Leguizamón. Arriba

XXXVIII
Dos Cruces cincuentenarias.

En 1923, cumplieron un cincuentenario dos cruces de madera; una está en la estancia que perteneciera a Don Pedro Correa, hoy propiedad de Don Carlos F. Paz. Puede verse en el patio, frente a la galería que comunica con la torre. La otra sirve de cruz mayor en el cementerio de Bustinza. Ambas fueron enviadas, en el año 1873 a Don Pedro Correa, por Monseñor Gelabert, cumpliendo un ofrecimiento hecho, cuando su misión, en el año anterior. Arriba

XXXIX
Año 1924

Junta Regional. Con fecha 26 de Agosto, el P. E. de la Provincia designa, para contituir la Junta Consultiva Regional, a los siguientes señores: Pedro Johansen, Luis O. Falcone y Juan Bertolé. Poco después, nómbranse para integrar dicha Junta, a la señora María Ventri de Rey y al señor Quintín Mendoza.

Fiestas Patronales: Las tradicionales fiestas en honor de San Francisco de Asís y de la Sma. Vírgen del Rosario, se llevan a cabo bajo la dirección de la Comisión de Fomento, que solicita y obtiene el buen concurso del señor Constancio Bolatti.

Organiza y atiende el bazar la siguiente Comisión: Presidenta: Elvira M de Domínguez; Vice: María Perasso; Tesorera: Josefa M. de Falcone; Pro: Juana G. de Miretti; Secretaria: Antonina L. de Anselmi; Pro: María J. de Rey; Vocales: Dorila E. de Medina, Toribia C. de González e Isabel Ventri.

Autobuses: Desde diciembre del año anterior hasta Febrero del corriente año, circulan diariamente, autobuses entre Cañada de Gómez, Bustinza, Correa y Villa Eloísa. Pertenecieron a los señores Mardoqueo Contreras y Enrique James. Es sensible que esta experiencia para ligar a nuestro pueblo con otros vecinos, por tan buen medio de locomoción, no hayan reportado los beneficios que se buscaban.

Tennis Club. Fúndase este centro deportivo, a iniciativa de los Señores Constantino González, Leonardo Santos, Manuel Bengoechea, Miguel Daneri, Luis E. González y Salvador Salvá.

Banda de Música: En el mes de Noviembre, merced al tesón de los jóvenes Tomás Ponce y Marcos Anselmi, constituyen la Comisión Pro-Banda de Música. Dicha Comisión compónese así: Presidente Constantino González, Tesorero: Pedro Johansen y Secretario: Luis J. Falcone.

La Comisión Auxiliar, la componen: Marcos Anselmi, Benedicto González, José Martínez, Gregorio Sánchez, Silvio Marinzaldi, Nazareno Tontarelli y Salvador Salvá.

La Banda, bajo la dirección del maestro Sr. Severo Torres, dió su primera audición pública el día 25 de Diciembre.

Anoto la lista de músicos a continuación: Marcos Anselmi, Lino Casín, Ricardo Swartzhans, Roque Pafundi, Manuel Gómez, Salvador Salvá, Silvio Marinzaldi, Rodolfo Pereyra, Pedro Mas (h), Claudio Cárdenas, Arturo Oyola, Juan Repa, Gregorio Sánchez, Julio Rodríguez y José Martínez. Arriba

XL
Año 1925.

Comité Billiken: el 7 de Enero, fúndase el Comité Billiken «Flores y Juventud». Comisión Directiva: Presidente, Carmen Miretti; Vice, Sara Leguén; Tesorera, Teresa Miretti; y Secretaria, Delia Ventri.

Radiotelefonía: El señor Joaquín Alfonso establece, el 1º de Febrero, en la casa de comercio de los Señores Antonio López y Cía. un Receptor marca «Pekam».
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XLI
Comisiones, Autoridades, etc.

C. D. de la Sociedad Unión Recreativa:

Presidente, Mariano Domínguez; VicePresidente, Merardo Sánchez; Tesorero, Pedro Johansen; ProTesorero, Pedro Mas; Secretario, Cayetano R. Daneri; ProSecretario, Antonio Ramos; Vocales, Miguel Daneri, Luis E. González, Leonardo Santos, Salvador Salvá, Juan A. Daneri y José Rodríguez.

Comisión de Damas Pro-Templo:

Presidentas honorarias, Tránsito L. Vda. de Daneri y Jovita M. Vda. de Medina. Presidente: Cleofé de Martínez; Vice, Leonarda Ch. Vda. de Leguizamón; Tesorera, Toribia C. de González; Pro-Tesorera, Carolina de Falcone; Secretaria, Josefa M. de Falcone; ProSecretaria, Felisa Falcone.
Jefe de Policía del Departamento Iriondo: Enrique Arribálzaga.

Comisión de Fomento:
Presidente: Pedro Johansen;
Vicepresidente: J. Barbero;
Tesorero: Pedro Mas;
Secretario: Cayetano R. Daneri.
Suplentes: Francisco Mezzano, Juan Colombera, Antonio Colmegna.

Comisión de contralor: Fortunato B. Medina, Merardo Sánchez, Fortunato Giardino.

Inspector: Ciro Daneri.

Sepulturero y Farolero: Albino González.

Juez de Paz: Artemio Daneri.

Comisario de Policía: Carlos Francisconi.

Oficial: Domingo Frontera.

Jefe de Estafeta: Angel Robledo.

Subcomisaría de D. Agrícola: (vacante)

Central Telefónica: Casa de Don Merardo Sánchez.

Escuela Fiscal (local): Directora: María V. de Rey; Ayudantas: Josefa Maggi e Isabel Ventri.

Escuela Fiscal (Rural): Director Lorenzo Zaccone. Arriba

XLII
Antaño y hogaño.

Un cambio notable se ha operado, en el transcurso de medio siglo, en muchas de las cosas que acabo de historiar.

Al campo abierto, poblado de altas pajas y abundantes matas, que, con frecuencia, obligaban a refrenar el tendido galope, al viajero y al hombre ocupado en la faena rural, han sucedido la chacra productora de granos y riquezas, y la estancia rica, de líneas armoniosas y excelente comodidad.

El venado, la gama y el ñandú, que otrara hiciera las delicias de jinetes diestros y robustos, han desaparecido con alimañas que no volverán.

La pequeña aldea, de no más de veinticinco almas, hoy es una población de quinientos habitantes. El tamaño del distrito, reducido a límites discretos, facilita su administración.

La totora, esa paja a que debió su nombre la región, desapareció allí por el año 70. La cañada se ha transformado en un hermoso arroyo que, en época de lluvia, vuélcase en el Carcarañá. Esa transmutación es obra colectiva, resultado de las labores agrícolas, que han localizado el cauce. No dejaré de mencionar el nombre del Doctor José Leguizamón, quien, en la estancia «La Patria», oportunamente hiciera ahondar o ensanchar el prístino arroyuelo.

Hoy, pueblo y distrito, en posesión de nativos y extranjeros, van, en marcha ascendente, por la cuesta del progreso.

Antaño penetra en nuestros espíritus, por la voz de la tradición; hogaño, por lo ojos de visible realidad. Arriba

XLIII
Una tradición.

Penetrando por la puerta del cemenerio, a pocos pasos, a la derecha, se ve en el tapial, una concavidad, que simula una puerta clausurada hace mucho tiempo, y que, acaso, jamás existió. Allí, fuertemente adherida a la pared, hay una corona, y, frente a esta, una tumba invisible y anónima.

Si inquirís sobre esa corona, os dirán:

-Es un recuerdo. Aquí, delante, está la tumba de un hombre joven, a quién mordió una víbora.

-¿Donde? ¿Cuándo?

Nadie sabe nada más . . . Arriba

XLIV
Dos palabras.

Metodizando datos, y consignándolos en estas páginas, he llegado a la conclusión de que, tiempo y espacio calculados, han sido inferiores a la realidad: Por este motivo, a fin de ahorrarle fatiga al lector indulgnte, me apresuro a terminar este trabajo; más contando con su benevolencia, me permitiré unos detalles más.

Es de justicia recordar que la Sra. Vicenta Pereyra de Trigo, y la hoy Viuda de Daneri, madrina de la Iglesia, realizaron fatigosas jiras, a caballo, solicitando óbolo de los vecinos, cual lo hiciera la Comisión nombrada por Mons. Gelabert.

En este Templo se desposaron, hace bastantes años, Da. Petrona Chiossone y Don Eugenio Ottone, conocido industrial italiano, y Da. Fidela Acebal y Don Sotero Cereaga.

La casa que perteneció a Don Eliseo González, que fué el primer núcleo de población, fué adquirida por Don José Mezzano, y se conserva, aunque aumentada y refaccionada.

Si se exceptúa el período de tres años, durante el cual el R. P. Ramón atendió, periódicamente, la Iglesia local, puede afirmarse que, en el corriente año, se cumple el vigésimo aniversario de curato, en la misma, del R.P. Mateo Llordá, Cura Vicario de Cañada de Gómez.

Finalmente, consignaré que aquella Escuela, primera en la localidad, en 1879, funcionó en la actual casa de Don Florencio Leguizamón.

Epílogo

El presente opúsculo, que encierra páginas modestas, escritas con verdadero cariño, está destinado, como trabajo salido de las manos de su autor humilde, a una difusión puramente local, si el favor del público a que va dirigido, le tiende su manoprotectora, ylo redoge, para leerlo, ayudando a resucitar estos recuerdos a que deben su ser.

El pasado fué el presente de las generaciones que nos precedieron, como nuestro presente será el pasado de las que hayan de sucedernos. Encerrar aquél en las páginas de un libro, por modesto que éste sea, es hacerlo vivir en la imaginación, para conocerlo, respetarlo y amarlo.

La premura establecida por el tiempo que media entre el encargo y la ejecución de la obra, me ha restado datos y parte de la meditación que ella reclamaba. Adolecerá, por lo tanto, de omisiones y otras faltas que el lector bondadoso sabrá perdonar. Terminado, la entrego a la digna Comisión que me la solicitara, para que disponga de ella, de acuerdo a su voluntad.

FIN

Cayetano B. Daneri.

Bustinza, Abril de 1925.

Arriba
PROLOGO, de esta nueva Edición de 1956.

Han transcurrido treintiún años desde la publicación de la primera edición de mi modesto librito: «Evocaciones que sugiere un Cincuentenario», escrito para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la bendición del templo de San Francisco de Las Totoras, pueblo al que hoy se conoce con el nombre de Bustinza, y sus páginas, según veo, no han perdido del todo su interés.

Así me han manifestado personas que lo han leído, lo que ha compensado con creces mis aspiraciones de que no se olviden esos hechos cuyo recuerdo me movieron a escribir el opúsculo, y que si no fueron realizados con vistas a una amplia trascendencia, conservan su importancia dentro de la vida de un pueblo que viene progresando visiblemente desde hace un cuarto de siglo, progreso al que aspiraron, aunque no tuvieron la dicha de verlo, sus fundadores y primeros pobladores.

El señor Rodolfo Eduardo Pin me pide autorización para proceder a esta segunda edición, petición a la que, gustosamente concedo mi aprobación.

Esta edición mostrará un nuevo capítulo, cuyo título es:
«Alfonsina Storni en Bustinza»

He creído conveniente escribirlo, como un modesto homenaje tributado a la memoria de quien vivió en este pueblo por espacio de varios meses, en una época de su vida en que nadie hubiera sido capaz de prever la notoriedad que le reservaba el destino; y también porque cuando alguien hace mención de esa circunstancia, no son pocos los que manifiestan sus dudas al respecto, pretendiendo ver en esa realidad, una simple leyenda.

Que esta nueva edición sea recibida con el mismo cariño con que fue acogida la otra, son mis únicas y sencillas aspiraciones.

Alfonsina Storni en Bustinza

La noche del 24 de Agosto de 1908, el Juez de Paz de Bustinza, Don Bartolomé Escalante, festejaba con un baile su día onomástico. Mi madre y yo concurríamos, invitados.

Yo permanecí en la pieza contigua, en la que, a ratos, entraba el dueño de casa; conversaba conmigo por breve espacio de tiempo, y se alejaba. En una de sus entradas, tomó con una de sus manos mi brazo derecho imprimiéndole una ligera presión, como invitándome a caminar unos pasos; juntos lo hicimos, al tiempo que, con voz muy baja, me decía, al oído: -La hija de Perelli. Fuí hasta la puerta, miré a la sala del baile y ví a una joven que estaba sentada, de una edad, al parecer, de 17 años.

Delante de ella, de pié, estaba un individuo de una estatura algo menos que mediana, de ancho cráneo cubierto por cabellos lacios y finos y ligeramente rubios, que el peinaba con raya a un costado. Usaba breches, polainas de color amarillo obscuro, y saco abotonado hasta el cuello. Había extendido el brazo izquierdo, con la mano hacia arriba, y sobre las yemas de los dedos tenía colocado un pañuelo de manos cuyas extremidades apuntaban hacia abajo. No observé más, y volví al lugar que ocupaba anteriormente.

De regreso, en nuestra casa, mi madre me dijo que aquel hombre durante el baile había estado atendiendo a aquella joven cuyo nombre aún no conocíamos. Bailaba o conversaba con ella o le hacía algunas demostraciones de sus conocimientos de prestidigitación, haciendo desaparecer de su vista, un anillo o una caja de fósforos, sirviéndole el pañuelo para sus escamoteos.

Al día siguiente estuvo en nuestra casa José Martínez, quien nos dió las primeras noticias que conocimos respecto de aquella joven. Así supimos que, poco antes de promediar el día anterior, ella había descendido de un breack de alquiler procedente de Cañada de Gómez. Se llamaba Alfonsina Storni y era hija de Doña Paulina, una señora italiana que vivía en la misma acera que nuestra casa, y estaba casada con Don Juan Perelli, de igual nacionalidad, quien ocupaba el puesto de Tenedor de Libros en una casa de negocio local.

Hacía pocos días que Alfonsina había puesto término a su actuación en jira artística que había estado realizando un elenco teatral de aficionados. El punto terminal, para ella, había sido la ciudad de Mendoza, en la cual, después de cumplir sus compromisos, habíase embarcado para Cañada de Gómez, como lo demostraban los rótulos puestos en su equipaje.

En cuanto al forastero que tantas atenciones le había prodigado la noche del baile, se supo, poco después, que había sido llevado hasta la casa de Escalante, por el comisario de Santa Teresa (Totoras), donde, como en Bustinza, había conseguido cierto número de suscripciones para un importante diario de Buenos Aires. Como los ejemplares del rotativo nunca llegaron, se cayó en la sospecha de que aquello era una nueva y evidente demostración de sus habilidades de escamoteador.

Por aquel entonces, la señora Paulina tenía establecida una escuela particular, en cuyas tareas docentes su hija prestóle su ayuda, con verdadero tesón. Al término del año escolar, madre e hija pusieron en práctica un programa festivo, sencillo pero demostrativo del grado de preparación alcanzado por los alumnos de ambos sexos, que recitaron composiciones que les habían sido enseñadas por la joven maestra.

A la terminación del programa, que se había desarrollado en salón galantemente proporcionado por mi tía Clementina Vda. de Daneri, Alfonsina cantó, acompañada por música de guitarra que estuvo a cargo de Tiburcio Sozaya, muchacho de nuestro pueblo, «La piedra del escándalo», canción en boga entonces, y que pertenece, como se sabe, a la obra teatral del mismo nombre, escrita por Don Martín Coronado.

En las fiestas patronales (4 de octubre) de aquel año, en honor de San Francisco de Asís, Alfonsina colaboró, como vendedora de cédulas, con la Comisión de Damas. Vestida con traje color de rosa, un tanto vaporoso, había ceñido a la cintura un ancho moño de igual color, y tocado su cabeza con sombrero de paja de un amarillo claro, con adornos que ella misma le había colocado.

Era, según lo expresaron las damas de la comisión, fue la más activa y eficaz de las vendedoras.

Unos meses antes, ella había estado en mi casa en procuras de un texto de Gramática. Le facilité la conocida obra de Juan J. García Velloso. Durante el rato que estuvo allí, la conversación la sostuvo con mi madre, y versó sobre temas de enseñanza, a la cual parecía inclinarse, como lo corrobora la circunstancia de que, en aquellos días se preparaba para ingresar, como alumna, en la Escuela Rural de Coronda, cuya inauguración tuvo lugar en Marzo de 1909.

Por falta de libros, indudablemente, y de ocasión o facilidad de tenerlos al alcance de su mano, aún no se había entregado a la práctica de abundantes lecturas, lo que se colegía de su conversación, muy sencilla y desprovista de esos adornos literarios que, pocos años después, habrían de embellecer su prosa y sus versos.

Cabe suponer que la pequeña escuela que había establecido la madre, y en la que la hija hizo sus ensayos docentes, despertó en esta una marcada vocación por la carrera de maestra, en la que ella concentraba sus aspiraciones tendientes a asegurarse un mejor porvenir. Pero el destino la había señalado para escalar las más altas cumbres, y éstas se hallaban en las letras, y hacia ellas se lanzó en carrera vertiginosa y triunfal.

Exhumados recuerdos, y como una modesta contribución al estudio o conocimiento de su carácter, de cuya firmeza nos han hablado quienes de ella se han ocupado en diarios y revistas, desde antes y después de su muerte, diré que Alfonsina asistía a los principales bailes y reuniones de carácter social, en los que hacía su entrada con ese desparpajo al que debió más tarde, fuera de toda duda, gran parte de los éxitos conquistados en su carrera artística.

Así como cuando una persona asciende, por esfuerzos operosos, a las alturas de la gloria, se recuerda de ella hechos que antes parecieron no tener importancia, y luego la adquieren por el influjo de la notoriedad alcanzada por aquella; así consignaré dos anécdotas que reflejan la chispa y entereza de quién, un día ya lejano, va despacio distrayendo su aburrimiento por solitario camino; y años más tarde camina presurosa por entre apretadas filas de peatones, midiendo su tiempo por la multiplicidad de tareas y compromisos, en la urbe populosa.

He aquí esas anécdotas . . . Durante su permanencia en Bustinza, Alfonsina se había relacionado con la familia Anselmi, de la que recibía invitaciones para pasar parte de algunas tardes en la casa de campo donde esta familia vivía. Como a veces se quedaba hasta la noche, recitaba versos después de la cena.

Una tarde que iba hacia allá en un tílburi, ella y Félix, miembro de aquella familia, se cruzaron en el camino. Sonriente, y a modo de galantería, dijo él, al pasar: «Si yo fuese su caballo, con qué gusto tiraría». Ella contestó: «Y si yo lo manejase, que de azotes le daría». Con la respuesta, que ambos festejaron con fuertes carcajadas, y había sido dicha con rapidez y brillo de relámpago, había quedado completada una estrofa.

Acaso fueran éstas las prístinas luces de un alba que presagiara aquel amanecer que fue la aparición de «La inquietud del rosal», a cuyo resplandor se abrieron las primeras puertas de los cenáculos porteños, para que por ellas pasara la flamante poetisa.

Vivía Mardoqueo Contreras en un campo de su propiedad, situado a pocas cuadras de Bustinza. En apacibles y frescos atardeceres, en la hora en que la soledad empieza a acentuar su tristeza, como un anuncio de la proximidad del crepúsculo, Contreras dejaba el silencio del campo para ir en busca de ese otro menos pesado de la aldea, sólo turbado en aquellos instantes por los acompasados y sonoros pasos de su parejero pampa. Llegaba hasta la casa de la familia Perelli, donde desmontaba, pasando luego a conversar, entre otras personas, con Alfonsina.

Tres lustros más tarde, Contreras, que estaba de paseo en Buenos Aires, se hallaba descansando en un banco de una plaza cuando fué sacado de su distracción por una voz de mujer que le endilgaba este saludo: «Adiós Contreras». Este, sorprendido, respondió maquinalmente: «Adiós nena», siguiéndola con la mirada y sin poder reconocerla, e intrigado por aquel saludo, se puso de pié y se lanzó en seguimiento de la desconocida. Varias cuadras había caminado detrás de ella, cuando esta hubo de detener su paso porqué el tráfico había quedado interrumpido en esos momentos, circunstancia que él aprovechó para acercársele y decirle: «Disculpe, usted me ha saludado llamándome por mi nombre. ¿Puedo saber quién es?
-Alfonsina Storni, fué la respuesta que despejaba aquella incógnita que había durado por espacio de varios minutos, y que el hubiera deseado, según expresó a quien refirió lo sucedido, que hubiera continuado envuelta en el misterio. -«Disculpe», volvió a decir él, agregando: «La he llamado nena . . .»
-«No se preocupe por eso, aclaró la poetisa, y añadió: «Vaya tranquilo, Contreras».

En aquel preciso momento un claro se abría entre la compacta fila de automóviles, que ella aprovechó para pasar por él como una flecha, dejando tras sí, como despedida la palabra Adiós, dicha con nerviosa premura.

Cayetano B. Daneri.

Año 1956.

Fuente: www.pampagringa.com.ar